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lunes, 27 de septiembre de 2010

Cuando estaba en

primer año de la facultad, hace ya más de tres, tenía un profesor al que le gustaba repartir fotocopias muy random que podían llegar a servirnos. En este momento se me viene a la cabeza mi propia imagen, un lunes a la noche, atravesando medio conurbano arriba de un 60 con la carpeta en la que guardaba, entre otras, esas copias. Me acuerdo más que nada de dos: un ensayo de Paul Auster (creo que ¿Para qué escribir?, pero no estoy segura), y una lista de expresiones de las que todo periodista debería huír, por estar ya tan elegidas. Lo que más me quedó de la primera, es un consejo del autor, el de no enamorarse de las palabras. Algo así como aprender a no encapricharse con cómo estás intentando decir lo que estás intentando decir, porque a veces podés no tener espacio para plasmarlo así, o simplemente puede no sonar bien. Entonces, existe la posibilidad de decirlo de otra forma. De la segunda, guardo una idea general, incluso hasta cierta fobia: ¡la lista de frases hechas era larguísima e incluía prácticamente al 50% de los términos y las expresiones que decimos a lo largo del día!. Desde ese momento -y en realidad desde mucho antes- me esmeré en odiar todo lugar común (tanto que hasta la gente me caía menos bien cuando recurría a ellos). Pero ahora noto que ya no sólo no los evito, sino que me genera hasta cierto placer extraño incluírlos en el día a día. (¡Día a día! ¡Nunca hubiera elegido decir día a día con sinceridad y seriedad, salvo que estuviera hablando irónicamente!).

1- mejor no me pongo a contar cuántas frases hechas y lugares comunes hay acá.
2- ¿dejé muy en evidencia que a veces enloquezco y que mi mente no para?
3- escribí todo esto con los auriculares puestos y sin música, ¿viste cuando internet te absorve?

domingo, 5 de septiembre de 2010

Hoy me siento

como georgi de chiquititas, enamorada de todos.