Es evidente que el otoño me trae acá.
Es esa energía cobrizo-dorada de la que hablé en alguna otra entrada. Las escenas puerta para adentro con mantita y algo calentito. Siempre releo, al menos, la última entrada, y fue en abril del año pasado así que sí, abril me invita a venir a este espacio medio atemporal en donde al mismo tiempo puedo verme un poco en el pasado.
No tengo mucho para decir. Cambié el café con leche de cada mañana por mate con miel.
Escucho a los pajaritos, al viento, a los árboles moviéndose, al igual que las nubes, que no suenan pero barren, bailan, pasan, viajan, recorren. Abren paso, circulan, despejan. Dejan que pase la claridad, así que aunque llovió toda la mañana y está pronosticado que hasta más tarde así será, el sol está detrás orquestando, observando, apostando a ver quién da más.
Buena analogía de cómo me siento con respecto a lo que escribí acá hace un año y unos días. Situación actual: mirando por la ventana viendo las nubes pasear.
Pero avanzando, ellas y yo, avanzando, haciendo, actuando. Confiando.
