YayBlogger.com
BLOGGER TEMPLATES

jueves, 7 de junio de 2018

Sentimiento atrapado

el amor es una vibracion constante, un sonido dulce, elocuente, incesante. un perfume transparente y transformante. un sol naciente, una luna menguante. una oleada envolvente, un calor susurrante. un estado diferente, magistral, equidistante. un cristal tornasolado, un diamante aterciopelado.  un rayo fosforescente, un haz de luz trazado. un fuego ardiente, un momentum incandescente.  una burbuja, un hechizo inteligente. unos ojos despistados, un fugaz para siempre.

martes, 29 de mayo de 2018

En paracaídas

Eran tipo las tres de la tarde, estaba aburrida haciendo zapping y me quedé viendo un reality que tenía Belinda (la cantante española nacionalizada mexicana) en ese momento. Habrá sido en el 2012, o 2013, más no. Ella estaba por salir de gira y tenía unos 40 días para entrenar a full, así que una personal trainer la sacaba a correr por unas barrancas de un lindo barrio residencial. Ella se quejaba.
En el capítulo siguiente, que evidentemente ví al hilo, se tiraba en paracaídas. Primero tenía mucho miedo, de repente volaba y una cámara la captaba muy de cerca, de pronto aterrizaba y totalmente ida de sí exclamaba que había sido fantástico, chulísimo, que todo tomaba otra dimensión, que se había dado cuenta que a veces nos ahogamos en vasos de agua simplemente por no poder mirar más allá. The big picture, con todo hecho una maqueta, una miniatura. Que todo el mundo se debería animar.

Algo me quedó, pero ni idea.

Fines de 2013 y a mis amigas se les ocurre irnos a Lobos, a tirarnos en paracaídas. Una, la impulsora, la única decidida. El resto amagaba y dudaba (incluída yo), pero igual averiguamos que tirarse salía 1000 pesos del momento, 1900 con fotos y video (obvio que, de hacerlo, íbamos a elegir esa opción), organizamos todo, reservamos una cabaña, armamos nuestros bolsos con todo lo necesario para un fin de semana, nuestros familiares nos despidieron con un abrazo un poquito más fuerte que el habitual por las duuuudas, nos tomamos una combi un viernes de enero a la mañana en el Alto Palermo, y adiós.

A la mañana siguiente, no te digo que al alba pero casi, tres de las seis firmábamos ¿contrato? en el aeroclub. Que bueno, que sí, que si nos caíamos arriba de un techo y se rompía algo nos íbamos a hacer cargo nosotras, que si nos moríamos la empresa no se responsabilizaba de nada, que teníamos todos los permisos médicos para saltar. Que no comiera media bolsa de Talitas con Coca Light antes no me dijeron (me incentivaron a comer durante la espera, de hecho, grave error).
Las otras tres se habían quedado durmiendo en donde nos alojábamos. Una por problemas en la rodilla, otra por problemas económicos, otra por problemas de pánico.
Como éramos impares y ella era la impulsora y la única decidida, Jime tuvo que animarse a ir primera con un desconocido en la avioneta. 50 minutos de subida, tirarse que dura un ratito, y apareció. No estaba SÚPER feliz, más bien estaba en shock.
Ahí nos tocó a Ceci y a mí. Ya estaba, no había vuelta atrás. En ese momento opté por reírme de mi misma, verme medio desde afuera como con complicidad y decirme: "jajaja boluda, ¿en serio estás haciendo esto?". No es que ahí estuviera inaugurando la sección momentos muy WTF en mi vida, ya había tenido unos cuantos, pero bueno, se venía -o ya estaba pasando- una intensa.
Ahí me acordé de Belinda, y algo me tranquilizó. Jugué a que estaba en mi propio reality (con camarógrafo y su GoPro apuntándome en serio) y me hice la que tenía una misión. No podía dejar en banda a la producción del programa, a los espectadores. Tenía que hacerlo. También pensé en los de MDQ Para todo el mundo, y sus actividades extremas. En Marley y los bichos que come. Las patas de cucaracha que le hace tragar a los invitados, el pis de serpiente.
Y no descubrí -porque ya había usado ese recurso varias veces-, pero sí comprobé que mi instinto de supervivencia tanto como mi capacidad para superarme y hacer cosas jugadas o donde corren, al menos, toneladas de adrenalina, está sujeta a creer que estoy en un reality show o en un programa en donde DEBO poder hacerlo, más que nada para no decepcionar a los televidentes que miran desde el sillón de su casa, para que se queden con sensación de que se puede. Interesante, ¿no?

Me distraje con eso, abrieron la puerta, y de repente estábamos en una nube.
A Ceci le tocaba antes que yo, se tiró su camarógrafo, y su instructor un poco la apuró a mandarse. Como acto reflejo se agarró del marco de la puerta, él le sacó de ahí la mano y WOOOOOOOHOOOOOOOOOO.
Ok, seguía yo. Ya está negra, estás re jugada. Ni trates de agarrarte de nada porque no tiene sentido, así que zambullite y disfrutalo. Belinda. MDQ. Marley. Mis papás. Mi her... ¿CHABÓN ACABÁS DE HACERME DAR UNA VUELTA CARNERO EN EL AIRE? ¿AL LADO DE UNA FUCKING NUBE? ¿y de repente estoy... VOLANDO? ¿VO-LAN-DO?.
30 segundos. 1500 metros así hacia abajo. La piel de la cara toda estirada hacia atrás (menos mal que pude ver esto después en la filmación, material totalmente inédito y con candado con soundtrack de Sia antes de ser conocida como tal, I am titaaaniiiuuum).
Se abrió el paracaídas, quedaban 1500 metros más, la mitad. Esta parte era menos violenta, más recreativa, contemplando, cayendo despacio. Pero obvio que así somos y yo quería de nuevo quilombo, qué rápido se genera una adicción.
Cuando le dije al instructor que notaba que me estaba bajando la presión, automáticamente me facilitó una bolsa de papel blanca y me dijo "cualquier cosa vomitá ahí, sino te manchás vos y me mancho yo". Por suerte me tocó un dulce de leche la verdad.
El aterrizaje tuvo sus bemoles pero cuando aterricé entendí todo lo que dijo Belinda. Lo comparto.

Usé ese momento muchas veces en estos años, como sostén o impulso ante determinadas situaciones.
Un poco lo hice para eso. Y me sirvió.
Me genera sensaciones encontradas la siguiente palabra pero, sea como sea, me empoderó.

Hoy, por un motivo que tiene poco que ver, siento que hice algo parecido a ese salto. No sé si "arriesgué", porque probablemente no pasa nada si no pasa nada, no creo que me vaya a lastimar. Esta vez no está en riesgo estrolarme contra un techo para, en el mejor de los casos, tener que pagar. Es algo mucho más leve y menos jugado, aunque tiene un elevadísimo valor personal, pero no tengo la menor idea de lo que puede llegar a pasar.
Acción ya tomada. Incertidumbre total.
Me gusta.

lunes, 28 de mayo de 2018

Vuelta de Saturno.

Hoy tuve un verdadero registro de qué es, de qué se trata. Hoy sí que el desgraciado dio la cara (si le decimos retorno). Que la muy trolita se asomó bien asomada (si, en cambio, decidimos llamarla como vuelta). ¿Qué me estás haciendo, Saturno? ¿Qué es toda esta melancolía, estos ecos, esa ternurita a la que ya no sé cómo llegar pero que siento en el pecho y ese dolor de cabeza, que está toda tensa, y por momentos realmente siento que va a explotar, o que no me da para más? ¿Cuándo se termina toda esta jodita?

Iba en el auto escuchando Bándalos Chinos, una canción que se llama Un día y que particularmente me transmite un montón. Y de repente rompí en llanto, de la nada.
 Menos mal que en ese trance de pestañas empañadas, sollozos patéticos pero muy sentidos y mi cerebro y corazón tratando de entenderse azotándose a data, no me la puse contra nada. Igual sabía que no me la iba a poner. No sé bien qué me pasa ni a dónde va esto pero cuando me descargo siento algo tan liberador que sé que está todo bien.
No entendí si me emocionó la voz del cantante, sentir que lo que quiero siempre me resulta muy difícil y tengo que hacer demasiado, y que en ese trayecto pierdo magia y espontaneidad y todo se diluye y se vuelve rocoso, duro, agotador, o qué. Pero pude reconocer que de eso se trata.

Hoy lloré todas las lágrimas de lo que estuve creciendo.
Y también todas las de cuánto me falta crecer.
Me sentí muy viva. Muy cuerda. Muy enchufada.
Al mismo tiempo una loca a la que no me estaba dando cuenta de cuánto extrañaba.
Identifiqué a la hipersensible disparatada que soy. También a la seria, madura, diplomática.
Entendí que de alguna forma tengo que equilibrarlas porque coexisten en mí ambas.
Aunque todavía con un dejo de dolor, me siento muy aliviada.

domingo, 27 de mayo de 2018

Expansión

Abrazo todo.
Me estiro. Siento mi fuego, mi sol.
Bajo el verdadero Sol y estos colores que realmente disfruto.
Agradezco a la energía por fluir en cada estación del circuito.
A cada sonido, color, vibración.
A cada cuerda, cascabelito, percusión.
A mi centro, eje de cualquier intención.
Hay momentos así. Simples. Sagrados. Completos. Dorados.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Nací un 23

Hoy hace cinco meses que tengo 29 (oh my, tuve un importante fail y había escrito 25!!!).
En esta tarde otoñal ya nublada, con el documental de Gabo (García Márquez) en stop, un café a medias, el pelo mojado porque recién me bañé, bastante cómoda y abrigada con las piernas cruzadas sobre el sillón, revisando insistentemente cada cinco minutos mi mail viejo para ver si llegó algo laboral que necesito reenviar cuanto antes a alguien, y con los minutos contados para disfrutar de este mini break porque en una hora tengo que estar en la puerta de La Rural para encontrarme con una amiga e ir a la inauguración de ArteBa y antes tengo que secarme el pelo, terminar de alistarme y trasladar mi cuerpo hacia ahí, estoy a siete meses de los 30.

Woowie woowie woowie. Estoy a menos de un período de gestación de bebé de dejar los 20.
Cuántas obviedades con tendencia negativa, comparativa y bastante básica podría ponerme a repasar.
Sin embargo, no pienso hacerlo. Acá ni por lo pronto en ninguna otra parte.
Estoy inmersa en la vida. Tengo aspectos ínfimos y gigantes que sentir y agradecer.
Hay muchísimo por afinar y por pulir, y a mi forma lo intento.
Me taro mucho, pero también le pongo huevo.
Soy fan en silencio de un tuitero que vive en Córdoba. Quiero abrazarlo fuerte y reírme con él.
Ayer hice un papelón de aquellos, pero dentro de la incomodidad me sentí muy contenida. Y eso es un montón.
Tengo un pianito de juguete en un mueble de mi casa y a veces suena solo. Contrario a lo que debería generárseme, no le tengo miedo ni nada.
Hace unas semanas escribí un poema sobre el chico más sexy del mundo, es todo lo cursi que puede existir. Tenemos una comunicación muy extraña.
Soy adicta a esos instantes en que algo te llena el alma.
Tengo bastante para ordenar.
Ya me llegó y reenvié el mail que necesitaba.
Mi amiga me avisó que está atrasada, igual ya por hoy esto es todo acá.

martes, 22 de mayo de 2018

Japanese Breakfast

Ahora sí empezó el otoño, y cada año en esta época amo tomar algo con temperatura elevada mientras abrigada soy espiada por el sol desde la ventana. Muchas veces también sueño con ir a alguna sala silenciosa de la Biblioteca Nacional y pasarme horas (unas siete) leyendo y escribiendo ahí. Me voy a encargar de que pase.
Tengo un rato para destrabar algunos niveles musicales. Más técnicos que propiamente musicales.
Después tengo que hacer unas cuantas otras cosas. Algunas me estresan, otras me dan placer. Naturalmente. La vida un martes de mayo.
La semana de días hábiles termina con feriado. Tengo un buen presentimiento sobre estos días, se lo atribuyo al paisaje ya ocrizo-dorado.
En el Tiny Desk Concert que estoy escuchando, que va terminando, la cantante -vestida en total white y con una voz súper melancólica- dijo recién entre tema y tema que fue un año de heavy-touring.
Si soy muy honesta conmigo, sé que ese es uno de mis máximos deseos. Una de las experiencias más totales y completas que, pienso, creo, siento, podría vivir en este planeta. Reuniría muchas de las cosas que me apasionan.
Un año de heavy-touring. No sé cómo, cuándo, dónde, con quién/es ni porqué, pero bueno... dije que estaba siendo honesta.

viernes, 18 de mayo de 2018

Dos gardenias

Ayer fui al Luna Park a ver a Buena Vista Social Club. Me emocioné al ver cantar y moverse con bastante soltura a Omara Portuondo a sus 87 años. Era la gira despedida, y me estrujó un poquito el alma notar que no quería abandonar el escenario después del saludo, que su cuerpo quería seguir buscando complicidad en el público, haciéndole gestos, muecas, señales de aliento con los brazos. Brazos que justamente el pianista entrelazó antes de lo que ella hubiese querido, se notaba en su actitud y su mirada, para escoltarla hacia el pasaje de las bambalinas laterales, y de ahí al camarín, y de ahí a quién sabe dónde.
Me quedé sin escuchar Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida... ponles toda tu atención, que serán tu corazón y el mío.

Un rato antes que empezara el show, me vinieron flashes de viajes musicales a los que accedí en ese mismo templo urbano, palacio de los deportes en verdad. A veces, como ayer, sentada cómoda y tranquila bien cerquita del escenario, sin interrupciones de cabezas ni teniendo que buscar posiciones estratégicas. A veces muy lejos, queriendo estirar los brazos y llegar, pero contemplando ese mar de pantallas y voces en la oscuridad en perspectiva. A veces circulando por el medio del campo, poniéndome en puntitas de pie, obvio, y otras totalmente sacada, transpirada y fuera de mí.

Que recuerde, en orden cronológico pero al revés:

Buena Vista Social Club
Illya Kuryaki and The Valderramas
Morrissey (*)
Smashing Pumpkins
Molotov
The Kooks
Belle and Sebastian (**)
Franz Ferdinand
Placebo
Norah Jones


Y es obvio que me estoy olvidando de algo.

* Vuelve a fin de año, woohoo!
** Vuelven al Personal Fest en noviembre, bien podría ser esto el 10 o el 11. ¿A quién tengo que rezarle para que sea el 11? ¡El 10 se casa mi primo! Mismísima situación con Death Cab for Cutie.

jueves, 17 de mayo de 2018

Merci.

El corazón unifica. La cabeza fragmenta, hace añicos todo.
La verdad da paz.

Hace meses, salvo en febrero que hice un rally por el sudeste de Asia y casi lo último que ingerí fueron vegetales crudos (por motivos de seguridad*), que como muy sano, equilibrado, organizado. Amo, es una parte tan grande de ese intento de equilibrio total, que una vez que se incorpora el hábito es muy difícil de dejar. Y no por caprichito, sino porque realmente el cuerpo se acostumbra. Pero bueno, ayer comí en un restaurant algo riquísimo aunque también muy suculento que me hizo dormir demasiado mal. A la mañana fui a comprar una parte que me faltaba para completar el desayuno y sentí mucha repulsión por todo lo grasiento y artificial. Pero no porque lo decidiera o lo pensara, fue como si se me hubiese generado un detector de todo lo que NO, como si mi aparato digestivo me hiciera un piquete enojadísimo por haberlo hecho trabajar tantas horas extras.
Ya tuvimos paritarias y acordamos que el fin de semana vamos a seguir un régimen muy estricto, de acuerdo a las posibilidades que haya.

Cuando volvía, también sin pensar, me atravesó París como lo hacen los rayos equis cuando te sacas una radiografía. PARÍS, a secas y sin más. Tal vez Paname, así me enteré recién el otro día que también se la llama. Ese grisáceo anaranjado de las calles; edificios, monumentos y empedrados color trench. Este es el primer junio en once años en que no voy a aterrizar en su verano. Conscientemente no me pasa nada con eso, pero se ve que en algún lugar se sucede algún tipo de proceso que me conecta con el registro de todas esas sensaciones etéreas que parecieran habérseme filtrado tomando una onion soup en Monmartre, caminando apurada por Saint-Ouen al caer la noche, imaginando cómo serían mis hábitos y rutinas si habitara en Le Marais, contemplando la vida en cualquier plaza o desde la ventana del Pompidou, sumergiendo la cara en páginas de libros o tapas de cuadernos en cualquier librería del Quartier Latin, viendo a Regina Spektor en Le Bataclan mucho antes del atentado, queriendo entrar a la casa-museo de Edith Piaf pero que estuviera en reparación, cantando a los gritos Get Lucky en la Fête de la Musique 2013 empatizando con borrachos por la calle, revolviendo ofertas de cds cuando todavía se usaban en el inmenso local Virgin de Champs Élysées cuando todavía estaba, los crepes au Jack Daniels et Nutella, las salade au chèvre chaud y niçoise, los croque madame y monsieur.  Una última noche siguiendo ese camino acaracolado por casi todos los arrondissements con un ciudadano de anteojitos, hasta llegar a Place des Vosges para mirar la luna llena y tomar cerveza tirados en el pasto.

El corazón unifica. La cabeza fragmenta, hace añicos todo.
La verdad da paz.
Lo que nos queda es el alma de las cosas, esa identidad absoluta e inmaterial.


* Estuvo bueno no comer nada demasiado arriesgado en Sudeste Asiático. Los ocho que fuimos nos cuidamos (no vegetales crudos, no agua de cualquier lado), pero salvo una más y yo, todos se enfermaron. Al respecto puedo decir que por fortuna unos conocidos me recomendaron unos días antes de viajar algo llamado Chyawanprash (un mix de hierbas, plantas, frutas y minerales superpower que te inmuniza) , justo mi mamá lo consultó con su médica ayurveda y tenía ahí marca Dabur así que pude empezar a tomarlo desde acá y me resultó una joyita.

martes, 15 de mayo de 2018

Dust it off

Hoy me llena, me rebalsa y me envuelve algo superior a las palabras (pero me comprometí conmigo misma a escribir 30 días seguidos, aunque ya vayan tres o cuatro en los que no haya cumplido) y en este estado quiero existir. Permanecer hasta que suene la alarma de "La hora de dormir". Podría suspenderme en (o desde, o dentro de) esta sensación unas cuantas horas. Creo, también unos cuantos días. Sólo s(int)iendo. Eso es lo que encuentro en el yoga y en la meditación, cuando me entrego conectada y siguiendo la coreografía natural. Cuando estoy ansiosa o apurada, no.
Escribí esas dos palabras con connotaciones negativas y ya me sentí como una molécula de agua, tomando una forma crisposa, rígida, impía.
Por suerte, como dije, hoy me llena, me rebalsa y me envuelve algo superior a las palabras. Me sumerjo ahí y me mezclo con esas otras moléculas de agua tan perfectas, vibrantes y livianas.
Puede tratarse de la Luna Nueva en Tauro y de un ritual por FaceTime que hice con dos amigos. Intencionamos, coloreamos, cantamos, dejamos suceder. Agradecimos.
Creo que no hay nada tan supremo en la vida como agradecer. Me emociona pensarlo. Amo agradecer.
El título lo puse por el video que sigue, una canción (y una sesión en vivo, y una banda, y unos músicos sesionistas, y el guitarrista que me va a hacer explotar la compu de lo bomba que es) que me tiene enloquecida. Es el soundtrack de I Origins, una peli que ví hace un tiempo y me gustó (pero en el momento no registré para nada el tema, lo redescubrí hace poco). Fue totalmente random porque no sabía sobre qué iba a escribir y sólo me dejé llevar timoneada por el teclado. Pero creo que tiene mucho que ver.


lunes, 14 de mayo de 2018

Magic numbers

Mi celular tiene 7% de carga.
En 7.05 minutos va a sonar una alarma, para que me saque la máscara facial.
En 42 otra, porque decidí desde hoy probar "La hora de dormir", una función del iPhone. Dado que vengo muy desordenada con mi sueño, y soy tanto más productiva y enérgica por la mañana que a la noche, quiero tratar de meter unos cuantos días a la semana de buen descanso y regularizar mi ajetreado ritmo circadiano. Veremos qué tal.
A las 9 am es la Luna Nueva en Tauro.
Tengo 6 pestañas abiertas. De izquierda a derecha: un tutorial de Ableton Live (algo que ya estudié hace 3 años pero es un universo prácticamente infinito y nunca está de más repasar), un calendario de entrenamiento que uso para organizar qué partes del cuerpo trabajo cada día (AH PARÁ), un link de descarga de un programa para hacer subtítulos, Facebook con (2) notificaciones, esto, y un Google vacío en el que no me acuerdo qué pensaba buscar.
El dólar alcanzó su récord histórico a 25, 52. Mañana vencen Lebacs por 28 mil millones de dólares.
1 vela dorada tengo encendida ahora, 1 vaso térmico precioso rosa bebé con té al lado, 1 botella roja con el poquito de agua que me queda tomar hoy y 1 frasquito con gotas de Bach que ya se está por terminar.

00 pasaron de las 22, au revoir.

domingo, 13 de mayo de 2018

Cigarettes after sex

Se me evaporan los ratitos, las horas, los días.
Se me está por evaporar la cuenta de Spotify también, por un error de la tarjeta. Me amenaza con que puedo perder mis playlists encima, con eso no se jode.
Hoy, compartiendo tocs con amiga que vive pasando la Cordillera, hablamos de lo imprescindible de los domingos dejar todo en orden como para empezar la semana BIEN. Si no se arranca el lunes con todo en su lugar, ya hay algo que de movida no funciona. Y sí, obvio que se puede levantar cualquier día a medida que todo va sucediendo (todo siempre está sucediendo), pero no es tan fácil ni es lo mismo. Ya hay algo manchado, ruidoso, desprolijo.
En relación al título de la nota puedo decir que igual por ahora no perdí ninguna cuenta y el playlist suena (y empezó una versión muy extraña y con tremendo groove de White Flag, la de Dido, por un o una tal Jay Som), y que soy muy mala armando cigarrillos.
Uno de mis hobbies preferidos en esta vida es ver películas que naturalmente me fascinen tanto que inmediatamente después de verlas tenga que pasarme, por lo bajo, dos horas y media googleando a todos los actores, la bio del director, el soundtrack, comentarios, anécdotas, making ofs, repercusiones. Pero hace mucho que no me pasa la verdad.
Le saco banderita blanca a este domingo, por unas horas me rindo. Antes de que empiece enero, como dice Leo García, y todo vuelva a empezaaaar
aaaarrr
aaaar
aaaar
aaaa aaa aaaaarrr.

viernes, 11 de mayo de 2018

Stop Rec Pause Play

Ahora que recuperé el celular, tengo que ir en busca del nuevo chip.
Ya decidí que de camino, en el auto, voy a escuchar el recién salido disco de Perras on the beach.
Después tengo un montón de planes, que empiezan esta tarde y terminan el domingo a la noche. Se incluye en esa vorágine ser copiloto de una amiga en su primera sesión de manejo San Isidro-Belgrano. Comer con ella y otras amigas más en la casa de una (mientras se pasa de su computadora a mi disco rígido un archivo importante), intercambiarnos algunos regalos de viajes y cumpleaños atrasados. Ir a una fiesta a la que invité a un chico pero no sé si va. Levantarme temprano para ir a un taller de huerta orgánica. Presentar mañana a la tarde mi primer corto documental, y al día siguiente también. Ayudar a mi hermano con un trámite online del mundial. Sentarme a cerrar cosas de trabajo. Armar una base y un overdub con la loopera. Practicar teclado. Hacer mi práctica de yoga. No estaría mal entrenar (hasta hace tres semanas estaba en una temporada brillante en cuanto a esto, hasta que a raíz de algo muy triste que pasó cerca mío lo puse en stand-by y nunca salí del impasse, pero ya estoy lista para volver). Escribir para este desafío (el fin de semana pasado no lo logré). Alimentarme, en lo posible bien. En algún momento dormir y reponer energía.
Igual nunca me sale bien planificar tanto. Veré qué puedo decir de esto una vez pasados estos dos días y medio.

Una parte mía quiere frenar, quedarse en modo ohm, vacatio, vagancia. Leer todos los libros y textos a medio camino. Conectar pedalcitos a la guitarra y salir volando sin noción del tiempo y el espacio. Jugar con la voz. Dormir un siglo contra la espalda de un chico que me resulta increíble. Hacer maratón de pelis. Mezclar manzanilla, jengibre y coriandro y tomar litros de té.
Que siga lloviendo, todo bien.

Otra parte es una manija insoportable.

jueves, 10 de mayo de 2018

La historia del día

Encontrábase una chica estacionando el auto en el estacionamiento descubierto (no es que exista uno techado, pero por si acaso) de la estación de Tigre como cada jueves a la misma hora. En general, a las 14.25, porque a las y 30 siempre tiene que estar en un lado y suele ir de aquí para allá con el tiempo contado. Dióse la casualidad que hoy llegó un poco más temprano, y aprovechó esos minutos de tranquilidad para terminar de responder unos audios. Adentro, cerca de sus infaltables compañeros: el tuppercito blanco con flores y tapa roja en donde siempre transporta almendras, y la botella de un litro, también roja, con la que asegura su hidratación diaria recargándola dos veces por jornada (este dispositivo representa una historia más compleja en sí misma, volveré sobre ella en los próximos días). Afuera, lluvia torrencial.
Cuando ya faltaban cinco minutos para las y media, esta joven dama decidió brevemente ordenar un par de cosas desparramadas en el asiento de acompañante. Acomodó en un receptáculo (¿?) que yace bajo el stéreo (creo que ya no se le dice así, pero en fin, ese espacio con forma de vaso en el que NO entran vasos pero siempre van a parar papelillos y monedas) el ticket del estacionamiento que debería usar para pagar después. Agarró su pequeña mochila blanca. Celular, paraguas y llave del auto en mano se dispuso a abrir la puerta y bajar.
Un rayo epifánico le sugirió que, dada la tormenta a cántaros, sería una preciosa idea resguardar el celular. Simple: abrió el cierre de la mochila, lo posicionó al lado de la billetera y la agenda de Wonder Woman (roja, para variar) por la que decidió ser acompañada este año, y lo volvió a cerrar. Sin contar con que claro, una vez afuera, ante la necesidad de desplegar las alas del paraguas (que ya está medio cachuzo a decir verdad) y una vez presionado el botoncito de la alarma de cierre del vehículo, otro rayo proveedor de epifanías le susurraría que mejor guardara las llaves también en la mochila, para no llevarla en la mano ni en algún bolsillo de la campera de jean.
Ya habiendo cruzado una calle, justo arrimándose al cordón, que proponía uno de esos saltos largos para evitar un buen amontonamiento de agua, más conocido como charco, imprecisamente en ese momento concluyó ella la operación. Entre nos, la mochila quedó medio de coté, y ella incluso pensó, medio delirantemente medio en serio: "JAJAJA, ¿no se me habrá caído el teléfono al agua, no?". Ante la fiaca de comprobarlo, los minutos que habían pasado y que pese a ninguna eventualidad pensarían frenar, las todavía tres cuadras que hasta destino quedaban y, especialmente, la ausencia de ruido alguno (porque encima si se hubiera caído al agua tendría que haberse escuchado algún chapuzón, sentídose alguna salpicada) y ante el nada de nada decidió que todo wey y que no.
Llegó esta muchachita a donde se dirigía, dejó el paraguas empapado arrimado a una pared, y antes de hacer lo que tenía que hacer, ya con un poquito de duda y mal presentimiento hizo un intento por manotear el celular, de adentro de la mochila, pero no eh, así de buenas a primeras no apareció. Entonces, abrió directamente la mochila de par en par, sacó todas y cada una de las cosas, sólo para descubrir que no eh, ni de puta casualidad está.

Dos horas después, esta peculiar veinteañera (puede que en el último año de la década pero sí que todavía lo está) ya había llamado desde varios celulares ajenos hacia el suyo más no para únicamente ganar en susto ante la alternancia de a veces contestador directo y a veces tono de espera pero sin respuesta como respuesta, ya había vuelto sobre sus pasos para reconstruir el camino y buscar en el charco (que a esta altura ya era un río), en todas las veredas, en las inmediaciones del auto, y en el interior. Ya le había preguntado a la cajera del estacionamiento si alguien le había avisado algo. Ya había hecho correr el mensaje entre contactos laborales, personas involucradas en planes futuros más entrado el día y su círculo cercano. Ya había dado de baja la línea en Movistar, pedido un chip nuevo, intentado rastrear el aparato en el iCloud, activado el Modo Perdido, cambiado la pass. Ya había aceptado una sugerencia de prenderle una velita a San Antonio (a quien se le atribuyeran poderes de encontrarte cosas perdidas o bien, mandarte un novio), ya se había amargado mirando precios de modelos similares en sitios como MercadoLibre y otros. Ya estaba a punto de poner "SIN CELULAR (y alguna carita triste)" en Facebook cuando se le ocurrió intentar comunicarse una vez más.
Y daba tono.
Y un tal Darío, empleado de la estación de Tigre, atendió.
Claro, lo encontró en una alcantarilla.
La misma del charco, río, océano a este hora ya debe ser que salvo por un lapsito nunca dejó de llover.
Le explicó cómo encontrarlo. Al rato ella se acercó. Cuando llegó, Darío no estaba, sus compañeras de trabajo le dijeron que se había ido "a comprar". Ella sabe que hay personas que dicen eso, pero igual se enerva un poco cuando no le cierren la frase. "A comprar verdura", "a comprar caramelos", "a comprar medialunas", "a comprar algo para arreglar la linterna", "a comprar pan especiado", "a comprar un pack de calzoncillos", "a comprar papel picado" - este sería un buen momento de decirle a esta chica qué te haces, no podes decir nada de nada, se te cayó el celular y estás teniendo demasiada suerte, callate, relajate, y agradecé-.
Hasta que Darío, una vez reincorporado luego de la misteriosa compra, se apersonó. Se apalabraron. Ella no sabía si darle un beso, la mano o incluso abrazarlo de tanta emoción. Por las dudas no hizo nada, sólo agradeció y recontra agradeció, le pidió le aceptara una recompensa, entregó un sobre con dinero adentro y unos 9 de oro salados "para el mate" que él, en ambos casos y sin mayor resistencia, agarró. Ella se reencontró con su iPhone 6s con funda amarillo patito, fondo de pantalla de espera que dice "lo piola llega" y fondo de pantalla fijo con un "may the force be with you". Antes de irse y tirarle, mínimo, unas tres veces más "gracias" le tiró algo mucho más polémico, se la jugó sin pensar con un "que Dios te bendiga, Darío".

Y colorín colorao' este cuento se acabao'.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Oblique Strategies

Look at the order in which you do things.
Terminaba, justamente, de ordenar mi habitación, y con esa hermosa sensación que da haber cumplido recién alguna misión agarré el celular para cambiar de canción cuando para mi sorpresa noté que se había abierto totalmente sola una aplicación: Oblique Strategies (o el mazo de cartas que Brian Eno puso en el mercado en 1975 para ayudar a compositores a superar bloqueos creativos, proponiéndoles consignas, caminos e imágenes para guiarlos y decirles 'ey, probá por acá', todo esto bajo el flujo e influjo del azar) . Incluso, hasta se había elegido sola esa oración.
Descubrí esas cartas hace varios años, creería que unos 10, plenos 19 de crisis, búsqueda y crecimiento. Las usé en generadores automáticos de Internet. No puntualmente para hacer canciones pero encontré buenos disparadores.
El año pasado, conmovida y extasiada paseándome por la muestra de Bowie en el Museu del Disseny de Barcelona, pude ver fotos y videos de archivo de ellas (ellas son las cartas) como parte de su proceso creativo. Seguro después de eso se me ocurrió comprobar que existiera una app (¿cómo no iba a existir?) para en ese caso bajarla para olvidarme de usarla hasta que pasara una cosa así.
Cascades.
Y pienso en que nunca fui a Iguazú. 
En todas las capas que tenemos en la mente. En la atmósfera. En el alma. 
En que hace tres años me gustaba mucho una canción que se llama Never sleep alone de Kaskade.
You are an engineer
¿Te parece? ¿Por qué lo decís? Es verdad que la Facultad de Ingeniería me queda a pocas cuadras. Y curiosamente siempre que camino por esa calle noto que dejo de sentirme bien. Me pasa siempre que vuelvo de clase de canto. Me pasó en una primera y última cita con un vecino que me llevó a recorrer bares del barrio también. Pero de ingeniera no tengo nada. De ingeniosa creo que tampoco, pero en eso me tengo un poco más de fe.
"Ingeniería en materiales" osó interrumpirme un chape matutino contra la ventana otro chico para atreverse a decir. "¿EH?" le pregunté totalmente confundida. "No, que estaba tocando tu sweater y pensaba que eso hubiese estado buenísimo estudiar", retomando de manera muy cualquiera una charla que habíamos tenido la noche anterior, de posibles otras carreras. Yo en Júpiter, porque realmente la estaba pasando muy bien, y el pibe -ingeniero pero en otra cosa- pensando en la tela. Se ve que le apasionaban tanto los materiales que por eso tampoco pudo devolverme un buzo de mi hermano que me había auto prestado y que le auto presté un día que hacía mucho frío y tenía que volverse en bici a la casa. 
Give way to your worst impulse
No. Implicaría mandar un mensaje e irme al pasto con él. Grazie.
A line has two sides
La grieta, pichi. Jajaja "pichi", así se decían mis abuelos entre ellos. Hoy los pensé un montón. Los reviviría y me los llevaría a pasear en el auto, por este mundo que en este tiempo siguió girando y cambiando. Iríamos a comer, al cine, a caminar. Les cantaría, los abrazaría, les preguntaría, los escucharía con mucha atención. Les pediría consejos sentimentales. Los captaría efímeramente en Stories de Instagram. Los entrevistaría (eso que tengo la tranquilidad de haberlo hecho un montón). Les daría la bienvenida a WhatsApp para volverlos locos a emojis y notas de voz.
Les mostraría cómo soy siendo "grande". Les resumiría las partes más importantes de todos estos años.
Me los imagino riéndose desde algún lado de lo catrasca que soy y todas las que me mando y me pasan, y al mismo tiempo cómplices y orgullosos de que sea indudablemente tan bobi como de buen corazón.
Los imagino también queriendo ayudarme, aconsejarme, apachucharme, cuidarme y evitarme tropiezos. Pero también imagino que saben algo que yo no, que ya estuvieron y yo estoy, que la línea tiene dos lados y hay tanto para explorar en este que aunque no pueda verlos ni tocarlos y eso cueste, puedo sentirlos y adorarlos y si bien, desde ya, no es suficiente, algo queda para siempre.

martes, 8 de mayo de 2018

Sparkly pop melodies

A este día le quedan 31 minutos, a los fideos en el agua cinco. La ensalada ya está lista.
Nunca como tan tarde pero hoy sí. Cuando termine debería dormir, pero no puedo parar con un libro, la física cuántica -al igual que los playlists de dream pop- no me deja dejarla así como así. La contractura que tengo desde hace tres días en la parte derecha del cuello tampoco. Decidí no darle mayor importancia, al menos hasta el viernes cuando pueda atenderla.
Hoy compartí un rato de la tarde con un grupo de músicos muy inspiradores, a todos nos unen las mismas ganas de tener un mejor dominio de la loopera y con él, de la mezcla sonora que se puede explorar en vivo. Guitarra, charango, voces, beatboxing, aparatitos y trombón.
Creo que a ese fuego vamos a tener que aferrarnos (siempre, pero sobre todo por lo pronto) en este país que en cualquier momento pareciera volver a derrumbarse. Me pone triste ser joven en un contexto así, pero peor me pone pensar en la gente más joven. Y en los más grandes. Me enoja el mal uso que evidentemente hacemos de la democracia. Y este gobierno macabro y vacío, sin otra identidad más que la sumatoria de tanto ex CEO.
A este día le quedan cuatro minutos, a los fideos y la ensalada en sus respectivos bowls sólo unos restos de lechuga.

lunes, 7 de mayo de 2018

Ley 26.637

Hoy escribo desde el banco y desde notas del celular. Algo que no se puede, en teoría, pero no hay ningún cartel a la vista que me lo prohíba y además, por si acaso, por si algún empleado abusara de su mala voluntad y se acercara al silloncito en donde estoy desplomada, tengo puesto modo avión para arrimarle la pantalla a su cara y que vea que no me estoy comunicando con nadie.
Obvio que tocaría antes el botón circular de abajo, si no leería todo esto y ya sería un montón. Ahre pirata.
Con el timbre de aviso y el paso en la pantalla de H011 a H012 tuve también recambio de vecino de asiento. De compañero de espera de H's. El de antes estaba emboladísimo, pasándose el casco negro de la moto de una mano a otra. Se notaba que era un simple y buen pibe; conjetura irracional basada meramente en mi percepción, en su silencio, y en su pantalón celeste de obrero de la construcción.  El de ahora se puso antes de venir demasiado perfume (de uno que no me resulta para nada seductor) y, a diferencia mía (¿o a diferencia mío? estoy confundida sobre cómo se dice esto) chatea sin disimulo ni restricción.
Yo soy la que sigue. Tengo que hablar con "mi" ejecutivo, alguien que no conozco pero que me va a guiar -imagino- en este trámite que me trajo a recibir y firmar un cheque sin fondos que me depositó un señor. ¿Me habrá querido estafar? ¿Lo habrán estafado a él? ¿Habrá sido una simple serie de errores? Como sea, acá estoy, en una sucursal en plena remodelación.
Justo cuando termine de escribir esto el timbre de aviso y el cambio de turno en la pantalla van a marcar H013, con casi un sólo movimiento a partir del mismo envión voy a levantarme del asiento, abrir mi mochila blanca tipo respaldo de silla rejilla (desde ya que esto debe tener otro nombre que ahora no recuerdo), dejar deslizar el celular por la mano para que caiga en su interior mientras ya estoy caminando, cerrarla, acomodarla en mis hombros, acercarme al mostrador para explicarle a un chico amable y simpático la situación. Me va pedir el DNI, lo va a ingresar en un teclado, alternando la vista entre la pantalla y yo va a corroborar mi identidad, me va a preguntar si se lo puede llevar un segundito para adentro, le voy a decir algo que perfectamente puedo pronunciar pero epa qué difícil de escribir, sería un "ajá" pero dicho con eme, sin abrir la boca aunque sonriendo, lo que le da al sonido un tono muy amistoso, relajado, no pensado y natural, y mientras espere a que vuelva voy a mirar a la derecha, hacia la ventana que da a la calle, la que antes de sentarme en el silloncito en el que hace unos minutos me desplomé captaba toda la atención del señor de seguridad al que cuando entré y le pregunté en dónde estaba la pantalla que anunciaba los turnos tardó en responderme porque estaba en Babia papando moscas observando algo o simplemente usando el afuera -tan Gran Hermano- como excusa para colgarse como ahora me estoy colgando yo como me cuelgo siempre mirando a la nada aunque tengo un primo y una prima que son realmente mucho más de hacer esto que yo que ahora estoy escuchando "listo, pasá por caja, ahí lo retirás".
Y esa parte del trámite fue mucho más rápido y no tuvo nada de especial.
Firmé, retiré, me fui y chau.

jueves, 3 de mayo de 2018

That sunshine in my pocket, that good soul in my feet

Cerré los ojos.
Me acordé de algo que desde hace mucho no hacemos. Dibujar uniendo números.
Como las familias de acordes, los relativos menores, para llegar a uno tenés que haber pasado por otro. O podés tocar los dos al mismo tiempo. Y hacer acordes de 9na, de 11va, de 13na, pero para eso tenés que estirar mucho los dedos. 

Tengo en stop el documental de Justin Timberlake. Del Club de Mickey Mouse a la conquista de Jessica Biel y el world. Arranca con una presentación en primera persona de cada uno de los músicos que lo acompañan, tras dos años de gira, en el último show. Todos extasiados y agradecidos de hacer lo que aman, presentes, conectados, rindiéndose honor. 
Ninguno se rindió. De hecho uno cuenta que está ahí porque 10 años antes se prometió que iba a lograrlo, en sus palabras “una manifestación”.
Para eso tenés que directamente estirar todo el cuerpo. Todos tus cuerpos. 

¿Quién seré que no soy?
¿Quién no seré que soy?



miércoles, 2 de mayo de 2018

Frankie Cosmos todo el día

Si existieran los deseos medio ciencia ficción, querría que en unas horas, cuando termine esta lluvia y píen tímidos algunos pajaritos, del cielo se nos rociara con agua florida. Podría estar rebajada con agua bendita.
En tanto, adentro, la cinta de papel no resistió y el cartel plastificado de Elvis Presley se cayó. Sin que nadie lo viera deslizó por la pared (como las espaldas en las puertas en las telenovelas, algo que por lo menos nunca hice y jamás ví que alguien hiciera) y quedó tras dos guitarras.
¿Podría toda esta nebulosa de información llevarse lo que no es mío, lloverse a mi alrededor?  Empaparme, refrescarme, tener la delicadeza de recorrerme las sienes, la nuca y las vértebras. Las ideas. Gracias, por favor.
Puede que hoy esté algo desafinada.
fr3e-5t (eso último lo tecleó mi gata Sausalita con sus patas, ella sabrá mejor que yo).

martes, 1 de mayo de 2018

"If you spent as much energy as you do bitching and whining and worrying and just practised your scales, you'd be... fucking Django Reinhardt"

le dice Jesse (Ethan Hawke) a Celine (Julie Delpy) en medio de la escena de pelea de Before Midnight (2013), la última parte de esa trilogía tan ladrona de suspiros que construyó Richard Linklater, mi director preferido, nueve años tras nueve años mediante.
No importa cómo o cuándo ví las primeras dos, aunque fueron de atrás para adelante (igual que con Liberen a Willy), pero me enloquecieron lo suficiente como para llegar a julio de 2013 BIEN MANIJA. Y el estreno no se me cruzó, por fortuna del destino, en cualquier parte. No. Me agarró sentada al lado de una de mis mejores amigas en unas butacas rojas rubí radiante de un cine de una callecita del barrio de Kreuzberg, Berlín, a quién le apreté fuerte la mano cuando el subtítulo alemán se le adelantó al audio en inglés y leí DJANGO REINHARDT. Porque la semana anterior, con esos trípodes que nos hicieron pagar sobrepeso, y nuestras cámaras colgadas, y un manejo del francés espantoso, pero unas ganas bárbaras, nos habíamos mandado a intentar hacer -sin saber cómo- un documental sobre él, el guitarrista más capo de todos, y el festival que se hace en su honor desde 1968 en Samois-sur-Seine, el pueblito mágico en donde murió.
Y no parábamos de pedirle señales al Universo.
Ni de encontrarlas en cada rincón.

Hoy es 1º de mayo de 2018 y recién, hará unos 25 minutos, terminé de descargar un archivo vía WeTransfer de otra amiga -la que desde siempre estuvo claro que lo iba a editar-, con la versión final. Acabo de darle play a "DJANGO_MASTER.mp4", que no se llama así, se llama Rythme Futur. Ví las imágenes, los sonidos y toda una historia ensamblada, contando lo que siempre quise contar (siempre es desde que mis padres dementes empezaron a llevarme a ese festival en el 2007 y se me abrió la puerta de ese submundo). Y también ví todas estas imágenes de atrás. La de las personas que en ese momento no sabía que iban a aparecer e iban a participar, aportando lo suyo, haciéndolo crecer, volviéndolo real.
A la mierda, pienso. No son nueve años pero cuánto tiempo después.
Te cierro y te suelto: espero que pronto puedas ver la luz.
Y como cada final trae un inicio, empiezo un desafío de 30 días de escritura reviviendo mi antiquísimo y mega requete archi remilquinientos pasado de moda blog.