Mi sueño preferido es más triste que mi peor pesadilla.
Cuando sueño lo que no quiero, me despierto y me alivio.
Cuando sueño lo que sí quiero, me despierto y empieza la desesperación.
Para peor, es recurrente, y mientras dura me da tanta calma, que me frustra no encontrar la forma de volverlo real.
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