Qué ganas de escribirme una biblia (o la torah, o el corán) pero que no momento para hacerlo!

Ya habrá después (y qué mal que está dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, pero si hoy hago esto, me pierdo de hacer algo que no voy a poder hacer mañana).

Me la voy escribiendo por dentro, mientras tanto, como sombras chinescas proyectadas en las paredes de la corteza cerebral hasta que salgan a tener vida propia, gramática y conjunción, y dejen de ser sólo una idea o una intención (esas que algunos dicen que no valen nada, pero que se callen, la idea es el embrión de toda creación).