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jueves, 17 de mayo de 2018

Merci.

El corazón unifica. La cabeza fragmenta, hace añicos todo.
La verdad da paz.

Hace meses, salvo en febrero que hice un rally por el sudeste de Asia y casi lo último que ingerí fueron vegetales crudos (por motivos de seguridad*), que como muy sano, equilibrado, organizado. Amo, es una parte tan grande de ese intento de equilibrio total, que una vez que se incorpora el hábito es muy difícil de dejar. Y no por caprichito, sino porque realmente el cuerpo se acostumbra. Pero bueno, ayer comí en un restaurant algo riquísimo aunque también muy suculento que me hizo dormir demasiado mal. A la mañana fui a comprar una parte que me faltaba para completar el desayuno y sentí mucha repulsión por todo lo grasiento y artificial. Pero no porque lo decidiera o lo pensara, fue como si se me hubiese generado un detector de todo lo que NO, como si mi aparato digestivo me hiciera un piquete enojadísimo por haberlo hecho trabajar tantas horas extras.
Ya tuvimos paritarias y acordamos que el fin de semana vamos a seguir un régimen muy estricto, de acuerdo a las posibilidades que haya.

Cuando volvía, también sin pensar, me atravesó París como lo hacen los rayos equis cuando te sacas una radiografía. PARÍS, a secas y sin más. Tal vez Paname, así me enteré recién el otro día que también se la llama. Ese grisáceo anaranjado de las calles; edificios, monumentos y empedrados color trench. Este es el primer junio en once años en que no voy a aterrizar en su verano. Conscientemente no me pasa nada con eso, pero se ve que en algún lugar se sucede algún tipo de proceso que me conecta con el registro de todas esas sensaciones etéreas que parecieran habérseme filtrado tomando una onion soup en Monmartre, caminando apurada por Saint-Ouen al caer la noche, imaginando cómo serían mis hábitos y rutinas si habitara en Le Marais, contemplando la vida en cualquier plaza o desde la ventana del Pompidou, sumergiendo la cara en páginas de libros o tapas de cuadernos en cualquier librería del Quartier Latin, viendo a Regina Spektor en Le Bataclan mucho antes del atentado, queriendo entrar a la casa-museo de Edith Piaf pero que estuviera en reparación, cantando a los gritos Get Lucky en la Fête de la Musique 2013 empatizando con borrachos por la calle, revolviendo ofertas de cds cuando todavía se usaban en el inmenso local Virgin de Champs Élysées cuando todavía estaba, los crepes au Jack Daniels et Nutella, las salade au chèvre chaud y niçoise, los croque madame y monsieur.  Una última noche siguiendo ese camino acaracolado por casi todos los arrondissements con un ciudadano de anteojitos, hasta llegar a Place des Vosges para mirar la luna llena y tomar cerveza tirados en el pasto.

El corazón unifica. La cabeza fragmenta, hace añicos todo.
La verdad da paz.
Lo que nos queda es el alma de las cosas, esa identidad absoluta e inmaterial.


* Estuvo bueno no comer nada demasiado arriesgado en Sudeste Asiático. Los ocho que fuimos nos cuidamos (no vegetales crudos, no agua de cualquier lado), pero salvo una más y yo, todos se enfermaron. Al respecto puedo decir que por fortuna unos conocidos me recomendaron unos días antes de viajar algo llamado Chyawanprash (un mix de hierbas, plantas, frutas y minerales superpower que te inmuniza) , justo mi mamá lo consultó con su médica ayurveda y tenía ahí marca Dabur así que pude empezar a tomarlo desde acá y me resultó una joyita.

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