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lunes, 28 de mayo de 2018

Vuelta de Saturno.

Hoy tuve un verdadero registro de qué es, de qué se trata. Hoy sí que el desgraciado dio la cara (si le decimos retorno). Que la muy trolita se asomó bien asomada (si, en cambio, decidimos llamarla como vuelta). ¿Qué me estás haciendo, Saturno? ¿Qué es toda esta melancolía, estos ecos, esa ternurita a la que ya no sé cómo llegar pero que siento en el pecho y ese dolor de cabeza, que está toda tensa, y por momentos realmente siento que va a explotar, o que no me da para más? ¿Cuándo se termina toda esta jodita?

Iba en el auto escuchando Bándalos Chinos, una canción que se llama Un día y que particularmente me transmite un montón. Y de repente rompí en llanto, de la nada.
 Menos mal que en ese trance de pestañas empañadas, sollozos patéticos pero muy sentidos y mi cerebro y corazón tratando de entenderse azotándose a data, no me la puse contra nada. Igual sabía que no me la iba a poner. No sé bien qué me pasa ni a dónde va esto pero cuando me descargo siento algo tan liberador que sé que está todo bien.
No entendí si me emocionó la voz del cantante, sentir que lo que quiero siempre me resulta muy difícil y tengo que hacer demasiado, y que en ese trayecto pierdo magia y espontaneidad y todo se diluye y se vuelve rocoso, duro, agotador, o qué. Pero pude reconocer que de eso se trata.

Hoy lloré todas las lágrimas de lo que estuve creciendo.
Y también todas las de cuánto me falta crecer.
Me sentí muy viva. Muy cuerda. Muy enchufada.
Al mismo tiempo una loca a la que no me estaba dando cuenta de cuánto extrañaba.
Identifiqué a la hipersensible disparatada que soy. También a la seria, madura, diplomática.
Entendí que de alguna forma tengo que equilibrarlas porque coexisten en mí ambas.
Aunque todavía con un dejo de dolor, me siento muy aliviada.

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